Efectos de la emigración en la provincia de Málaga.
Durante la década de los 60 la población de los municipios de los que proceden las familias que han aportado sus documentos, descendió en todos los casos. En el conjunto de la provincia, solo la capital y municipios costeros, como Marbella, incrementaron su población. Aunque los emigrantes de nuestras familias fueron en aquel tiempo a los países europeos (Alemania, Francia y Suiza, entre otros).
La información procede de la página web del Instituto Nacional de Estadística (INE)
La sensación de que vivían en una situación transitoria fue uno de los factores que más dificultó su adaptación en los países receptores:
Los españoles no se esforzaban en conocer los hábitos o la cultura de esos países, y su contacto con la población autóctona era prácticamente nula, sobre todo si no vivían en familia (el contacto entre los niños españoles y los del país de acogida fue mayor, y a veces transcendía a las familias).
La promoción profesional, que podría haber estimulado la adaptación al país, no era fácil de conseguir. La mayoría de los trabajadores empezaron en las fábricas de peones, pero con los años adquirieron una cualificación derivada de su función en la fábrica. Esta cualificación no estaba avalada por ningún título, por lo que sólo les servía para la promoción interna en su trabajo, y les impedía buscar trabajo en otras empresas.
Tampoco las autoridades de los países receptores se esforzaban mucho en integrar a los inmigrantes. En Francia por ejemplo legislaron a favor de la construcción de viviendas sociales para los inmigrantes, pero se dejaba la iniciativa a los empresarios, que en la mayoría de los casos no estaban interesados en reducir sus beneficios para favorecer a un personal eventual.
Y el Consejo de Europa mostraba un interés relativo hacia los problemas de la inmigración: recomendaba que se favorecieran los contactos entre el inmigrante y sus familiares, pero no apostaba por la reagrupación familiar; también instaba a los empresarios para que fomentasen el conocimiento del idioma y de la cultura del país receptor, pero no impulsó ninguna acción propia en este sentido.
Los emigrantes de los años sesenta son los que menos necesidad tuvieron de crear instituciones u órganos de difusión propios. A ello contribuyeron dos circunstancias: la creencia de que la emigración iba a durar pocos años; y el tipo de sociedad que se encontraron en los países receptores:
El tiempo de permanencia
El modelo de sociedad de los países receptores
Los emigrantes de la primera mitad del siglo se desplazaban a América por periodos largos y no podían regresar a España durante todo el tiempo de emigración; por ello añoraban más a su país y creaban asociaciones por regiones, o incluso pueblos; publicaciones periódicas, etc.
Los emigrantes de los sesenta tenían contratos renovables cada año y, por su cercanía a España, las mejoras en los transportes, y las vacaciones pagadas, solían volver cada año a este país. Muchos pensaban que su estancia iba a ser muy corta y renunciaron a vivir con normalidad en los países de acogida: vivían en un país, pero pensaban en el otro.
En los años setenta quedaban mucho emigrantes en Francia, Alemania y Suiza. Estos grupos si crearon Asociaciones de Españoles Emigrantes, aunque sus funciones eran de menor entidad que las creadas en América.
Los emigrantes de principios de siglo tuvieron que organizar asilos, hospitales y escuelas, porque en los países a los que emigraron no existían estos servicios con carácter gratuito, ni ninguna posibilidad de obtener ayuda de las autoridades españolas.
La Europa a la que emigraron los españoles en los sesenta tenía como uno de sus principales retos construir la sociedad del, de ahí que fuesen gratuitos los servicios sanitarios y educativos, incluso para los inmigrantes.
Además el gobierno español se preocupó de mantener viva la presencia de España entre los inmigrantes creando instituciones especiales de representación en los principales países de inmigración: Agregadurías adjuntas a las Embajadas; Oficinas de información laboral; Centros de Estudios con la programación española y en español; y Casas de España.
Las condiciones de la vivienda estaban por debajo de las que los emigrantes admitirían en España, pero no querían invertir más de lo imprescindible porque su principal interés era ahorrar. En ocasiones vivían muchos años hacinados en los países de inmigración, mientras sus ahorros iban destinados a la compra de una casa en España que no disfrutaban.
Los solteros o los casados que estaban solos vivían en su mayoría enbarracones construidos por las fábricas y compartían habitación con otros emigrantes. Eran cientos de hombres aislados en régimen cuartelario: sin posibilidad de recibir visitas, ni de llevar comida a las habitaciones y con hora de llegada nocturna. En ocasiones los que cuidaban las instalaciones se convertían en vigilantes de la empresa y controlaban si las bajas por enfermedad eran aparentes o reales. En estas condiciones eran frecuentes los problemas de alcoholismo y las enfermedades venéreas provocadas por las relaciones con prostitutas.
Foto José Gutiérrez
La peor situación era la de los temporeros
" Se calcula que unos 200.000 trabajadores temporeros están prácticamente acuartelados y concentrados en viejas viviendas condenadas a la demolición o en "barracas de piedra", sin la menor salubridad, dándose frecuentemente el caso de que el patrón retiene del salario del trabajador el alquiler de su vivienda. El alquiler de un apartamento de cuatro habitaciones normalmente suele costar 150 francos mensuales, pero alquilándolo a temporeros puede rentar 1120 francos a razón de cuatro camas por habitación y 70 francos por cama"
J. González Anleo. Una aventura solitaria: la emigración española a Suiza.
Una segunda posibilidad era vivir en habitaciones alquiladas de casas particulares, aunque no resultaba fácil si no estaban avalados por una persona del país. Tampoco suponía una mejora sustancial en la calidad de vida: solían estar en barrios degradados; tenían el agua y los servicios sanitarios comunes para toda una planta; se solía compartir habitación con otro u otros emigrantes y para colmo los precios eran abusivos. En tercer lugar solían vivir en habitacionesamuebladas y hoteles viejos. Las condiciones eran algo mejores, al menos había mayor intimidad, aunque no siempre tuvieran permiso para cocinar o llevar niños.
Era la modalidad más usada por las familias españolas en Francia, el 64%. En ocasiones la conseguía la mujer a través de su trabajo como empleada del hogar, por lo que las familias aguantaban lo que podían por temor a que sus protestas supusieran además la pérdida del empleo.
Otra posibilidad era vivir en casas alquiladas independientes.
En Alemania era muy frecuente entre las familias. Solían tener una superficie de 52 metros cuadrados y vivían entre tres y cuatro personas. La renta de alquiler era asumible si trabaja más de una persona en la casa, ya que representa entre el 10 y el 20% de los ingresos conjuntos del matrimonio.
La mejor situación se daba cuando conseguían una casa de protección oficial, pese a que las construcciones eran de mala calidad. Pero este caso no era muy frecuente porque la oferta pública era escasa e incluso, aunque no haya discriminación por ser inmigrante en la concesión de las viviendas, el desconocimiento del idioma hacía que perdieran muchas oportunidades:
En Francia (1975) vivían en este tipo.
Los niños en las escuelas.
" Los hijos de los emigrantes encuentran aquí un grave problema, no son más tontos ni menos que los otros, pero tienen una gran incapacidad para aprender, provocada por la inseguridad en que viven sus padres. Cuando el niño llega a casa de la escuela, no encuentra a sus padres que deben hacer horas extras y cuando vuelven les oyen hablar de si se van dentro de dos meses, de que si el piso..., en definitiva no hay tranquilidad y toda esa tensión y esta problemática la lleva el niño a la escuela y así el niño no puede aprender"
A. Garmendia, La emigración española en la encrucijada.
Marco general de la emigración de retorno
Los más afectados por la emigración fueron los niños, tanto si se quedaron en España como si emigraron con sus padres.
Cuando se desplazaba el padre solo soportaban carencias económicas y afectivas. Con el paso de los años la única relación que les unía a su padre era la dependencia económica.
Afectivamente la situación empeoraba si emigraba el matrimonio y ellos quedaban al cuidado de los abuelos o la familia. Aparte de las carencias afectivas, en ocasiones era difícil darles una formación suficiente.
La mejor situación se daba cuando emigraban con sus padres, aunque tampoco esto les liberara de tensiones:
Eran más capaces de adaptarse al país, pero tenían dificultad en aprender el idioma (sobre todo en los países de lengua alemana) e insertarse en el sistema educativo.
Solían tener un bajo rendimiento académico, que en la escuela se achacaba a un nivel cultural más bajo o a un inferior nivel intelectual, aunque en la mayoría de los casos se debía a la situación social de la familia, sobre todo a la incertidumbre del trabajo de los padres.
Las notas mediocres les confirmaba lo que se pensaba en la escuela de ellos: que no tenían capacidades suficientes para ocupar ciertos cargos en la sociedad.
La salud de los emigrantes.
Pese a que en los países receptores tenían un sistema sanitario mucho mejor que el español, las malas condiciones higiénicas y alimentarias influyeron en una mayor frecuencia de enfermedades entre los emigrantes, tanto con respecto a los habitantes del país receptor como a la población española.
Entre las enfermedades más frecuentes se encontraban :
La tuberculosis, enfermedad de la miseria socia. En Francia afecta a un 10% de los emigrantes y sólo al 3% de los autóctonos.
Las enfermedades venéreas promovidas por el aislamiento, el extrañamiento del país y la falta de recursos para establecer relaciones afectivas estables. En Francia tenían esa enfermedad el 2% de los franceses y el 4% de los extranjeros.
Raquitismo en los niños por la mala nutrición, favorecida por la mala adaptación a las comidas de estos países.
Mentales: depresiones, accidentes de trabajo (representan entre el 30 y 40% de los trabajadores y tienen el doble de accidentes que los del país), alcoholismo, agresividad y delincuencia. Los mayores índices de delincuencia se dan entre los hijos de los inmigrantes que, pese a haber tenido algún tipo de escolarización en el país, no consiguen integrarse y desarrollan una mayor agresividad.
El ocio.
El emigrante renunciaba a la vida normal en el presente, pensando solo en la comodidad que alcanzaría en su país en un futuro próximo:
Las horas libres eran pocas, ya que siempre estaba dispuesto al pluriempleo y a las horas extraordinarias. De esta forma el cansancio se acumulaba durante la semana y le restaba energía para divertirse los días de fiesta.
Tampoco le sobraba el dinero, ya que lo guardaba para mandar a España, o para venir de vacaciones.
Los datos sobre el origen provincial de los emigrantes proceden de las estadísticas del Instituto Español de Emigración. En el primer mapa se señalan las diez provincias con mayor volumen de emigrantes asistidos y en el segundo las diez en las que supuso una mayor pérdida real de población, al comparar los emigrados con los habitantes de la provincia. Estos mapas permiten localizar los principales focos de emigración y la incidencia de la emigración en la pérdida de población provincial, aunque las cifras quedan muy por debajo de la realidad, al no tenerse en cuenta ni las familiares, ni la .
Andalucía era la región española que presentaba un mayor volumen de emigrantes en números absolutos (el 30,4%), destacando Granada. En 1970 habían emigrado uno de cada cuatro andaluces (1.611.791). Pero como también era una de las regiones más pobladas de España (vivían el 19% de los españoles), sólo Almería y Cádiz estarían dentro de las diez provincias que más sufrieron por la emigración a Europa. De Almería salieron 6,4 personas por cada mil, y de Cádiz 5,4.
Explicación de los datos:
Hay tres características que definen a las regiones con mayor índice de emigración:
pertenecen a la España menos desarrollada.
tienen unos índices muy altos de natalidad, por lo que abundan los jóvenes.
poseen los mayores índices de paro.
El desequilibrio económico es uno de los factores más importantes de los movimientos migratorios. Entre 1950 y 1960 la había crecido un 30% en España, pero no de manera uniforme, se había concentrado en las regiones industrializadas. Las migraciones interiores supusieron la movilización de un 15% de la población española: entre 1960 y 1970 llegaron más de 600.000 inmigrantes tanto a Madrid como a Barcelona y casi 150.000 a Vizcaya. Cuando se hizo evidente que tampoco en las grandes ciudades se encontraba empleo, emigraron al exterior.
En el mapa se observa como la renta familiar en 1967 podía variar hasta un 60%, dependiendo de si se vivía en las zonas más industrializadas (Madrid, Cataluña o Vizcaya) o en las regiones del interior, especialmente Castilla-la Mancha, Extremadura y Andalucía.
También estaban por debajo de la renta media nacional, Galicia, la mayoría de las provincias de Castilla-León y Murcia.
Si a ese primer factor se añadía un alto índice de natalidad, la emigración era aún más necesaria.En 1960 la tasa de natalidad en España era del 21,7 por mil, pero en Andalucía era del 25 por mil: el 22% de los niños españoles nacieron en esa Comunidad.
El desempleo y el trabajo temporal, o paro encubierto, era otra circunstancia que potenciaba la emigración:
Las zonas con régimen de propiedad , la mitad sur de España, fueron las más afectadas, seguidas de Castilla-León.
La mecanización de la agricultura empeoró la situación laboral: había menos empleos y menos días de trabajo, como media estaban entre tres y cuatro meses al año en paro encubierto y sin ningún tipo . En Andalucía el 90% de los trabajos eran eventuales.
Otra circunstancia que influía en la composición de la población eran las condiciones del contrato de trabajo:
Los contratos anuales renovables. Aunque en principio emigrara una mayoría de varones, si estaban casados (el 70% lo estaban) al año y medio o dos años de la emigración del cabeza de familia,
Las cifras de población extranjera residente reflejaba que los españoles vivían por lo general en familia:
en Francia el 70%.
en Alemania el 63%
en Suiza las cifras eran bastante menores, no alcanzaban al 25%.
En todos los casos habían adoptado el modelo familiar de la sociedad urbana:
Tenían entre uno y dos hijos, pese a que los subsidios familiares eran más generosos que en España, si bien es verdad que las primas descendían bastante después del segundo hijo. Por ejemplo en Alemania se paga cuatro veces más por el primer hijo que en España, dos veces más por el segundo y las cifras se van acercando en los siguientes hijos.
Las mujeres trabajan fuera de casa (el 66% en Alemania y el 40% en Francia).
Contratos temporales. En Francia y en Suiza abundaban los contratos temporales, pero la estructura de edad, sexo y estado civil era muy diferente.
A Francia acudían familias enteras, porque iban a la recolección y nunca estaban fuera más de tres meses, y por lo general dos.
En Suiza los contratos temporales eran más largos (7 u 8 meses), se dedicaban a la construcción o la hostelería. La mayoría de los emigrantes eran varones y casados, pero su familia permanecía en España.
Destino de la emigración:
Fuente: J. Rubio, La emigración española a Francia
Españoles en Suiza.
Entre 1966 y 1976 la colonia española de los cantones franceses había crecido un 40%, mientras que la residente en los cantones alemanes se había duplicado, principalmente en el de Zurich, que se había multiplicado por tres veces y media.
Ante la falta de perspectivas económicas, sobre todo en las zonas rurales en las que la pobreza era como una enfermedad endémica que afectaba a la mayoría de sus habitantes, la solución más socorrida durante esta década fue la emigración a otros países del entorno europeo, en los que hubo un período de una actividad económica frenética propiciada por la reconstrucción de Europa tras la Segunda Guerra Mundial.
Para poder acceder a los datos sobre este tema, basta con pinchar en el enlace que aparece a continuación:
Según las cifras oficiales del Instituto Español de Emigración(IEE) entre 1959 y 1973 emigraron al continente europeo un millón de personas(1.066.440); el 71% de los que salieron fuera de España en esos quince años. A diferencia de las emigraciones anteriores, en la década de los sesenta se da un movimiento migratorio de carácter rotativo. La mayoría de los emigrantes salen del país con un contrato de trabajo, establecido entre el Instituto Español de Emigración y las autoridades de los países receptores, por un periodo inicial de un año. Esa característica favorece un flujo de salidas y retornos anuales; además de una estrecha relación entre la situación económica del país receptor y el volumen de contratos de trabajo que oferta a España.El desplazamiento medio anual de ese periodo fue de 73.000 personas y, si se descuentan los retornados, de 38.800.
"Si la economía se halla en momento de expansión los países fuertes abren sus fronteras para aprovecharse de mano de obra joven, barata, dócil y sin derechos políticos, serie de condiciones que no dejan de constituir una auténtica ganga. Si la economía pasa por una fase de crisis, simplemente se cierran las fronteras y si es necesario se fomenta el retorno o la expulsión."
F. Parra, La emigración a Francia en el periodo 1960-1970.
Factores que propiciaron la emigración (desde el punto de origen y desde el destino) La emigración de los años sesenta fue de carácter económico. Por ello hay que analizar tanto los factores internos, o de expulsión, como los factores externos o de atracción. La suma de ambos determinó a más de dos millones de españoles a salir del país.
Factores de expulsión
La posguerra se alargó durante toda la década de los cuarenta. Las pérdidas humanas y económicas, la incomunicación con el exterior, potenciada por el régimen franquista que quería mantener una economía de autosuficiencia, mantuvieron al país en un estado alarmante de pobreza y de aislamiento. En la década de los cincuenta la economía empieza un proceso de recuperación y modernización.
Los cambios en las zonas rurales.
El sector primario predominaba en la economía española, y por ello fue en el mundo rural donde empezaron a observarse los principales cambios:
La mecanización de la agricultura. Los propietarios con más recursos mecanizaron las labores agrarias para conseguir mayores beneficios.
Reducción de mano de obra agraria. La mecanización redujo las necesidades de mano de obra y obligó a los jornaleros a emigrar de las zonas rurales.
. En la década de los cincuenta abandonaron las zonas rurales medio millón de personas, en los años sesenta lo hicieron más de un millón:
en los años cincuenta se fueron los jornaleros, cuantos más se iban, subían más los salarios, y los propietarios con posibilidades económicas mecanizaron más sus tierras.
en los sesenta también se tuvieron que marchar los pequeños propietarios, con insuficientes ingresos para comprar maquinaria, lo que les impedía competir en el mercado.
La incapacidad del sector industrial para generar empleo.
Después de la guerra civil Franco impulsó un que no favoreció la producción industrial. De hecho a finales de los años cuarenta apenas se habían recuperado los índices de producción anteriores a la guerra. Tampoco había cambiado el tipo de industria ( se primaba a las industrias pesadas: siderurgia, refinerías, petroquímica y construcción naval), ni la localización industrial: País Vasco, Cataluña y Madrid.
La expansión económica de la década de los cincuenta fue posible por la apertura al exterior, que facilitó la inversión de capitales extranjeros y la importación de bienes de equipo. Sus consecuencias fueron muy importantes:
Se duplicó la producción industrial y por tanto la oferta de empleo.
Aumentó el nivel de vida en las zonas industriales, lo que generó expectativas de mejora en las zonas rurales y fomentó el éxodo de los campesinos hacia Barcelona, País Vasco o Madrid ( que seguían siendo las únicas zonas industrializadas).
La mejora económica fomentó el crecimiento demográfico (1,2% anual) y la demanda de empleo.
Al final de la década de los cincuenta la industria no era capaz de absorber la mano de obra que supuso el crecimiento de la población activa, ni mucho menos a las oleadas de campesinos que seguían llegando a las zonas industriales.
Laa Europa fue la fórmula que ideó el gobierno para solucionar el problema del paro y obtener el capital suficiente para fomentar el desarrollo industrial.
Factores de atracción
El norte y centro de Europa fueron el principal foco de atracción porque en los años sesenta era una zona con fuerte crecimiento económico e incapaz de autoabastecerse de mano de obra.
Índices de Crecimiento económico1950-1960
Francia
4,4
R.F.Alemana
7,6
Gran Bretaña
2,6
Media europea
4,2
La economía creció un 4,2% en estos países europeos y Alemania casi lo duplicó. La producción industrial aumentó un 35%, destacando:
los automóviles, 70%.
los plásticos, 100%.
fibras sintéticas, 235%
el sector de la construcción.
El modelo demográfico estabamuy desarrollado: bajos índices de natalidad y de mortalidad y, como consecuencia, población. Cada año había un 1% más de europeos, pero sólo un 0,6% más en edad de trabajar.
La población activa de estos países era incapaz de cubrir todos los puestos de trabajo y ocupaba los más cualificados.
Se precisaba mano de obra para los trabajos menos cualificados y peor retribuidos, y ese hueco lo cubrieron los europeos del sur y este, con una economía menos desarrollada. Fuente: http://sauce.pntic.mec.es/jotero/Emigra3/causas.htm