Escenas cotidianas de la vida en Ronda.
Cabecera comarcal de la Serranía de Ronda.
En esta entrada se recogen actividades cotidianas de los habitantes de la ciudad.
A nivel demográfico, esta década es conocida como la del "Baby-boom". El crecimiento de la población se dispara, no sólo en España, sino también a nivel mundial por la extensión del desarrollo económico y científico, lo que en el mundo desarrollado se ha dado en llamar el "estado del bienestar".
Esta escena de la izquierda, de una taberna llena de hombres apoyados en la barra, era muy común en esta tierra en las zonas rurales. Este era un territorio reservado a los hombres, en los que muchas veces se gastaban los exiguos salarios con los que tenían que mantener a sus familias.
Carrera Espinel, calle eminentemente comercial de Ronda, conocida popularmente como "Calle de la Bola". En aquel tiempo aún no era peatonal y por ella circulaban los escasos coches y los viandantes paseaban por sus estrechas aceras entre las casas de nobles fachadas, construidas desde el siglo XVIII, para ostentación de la burguesía liberal rondeña.
El Centro Obrero Católico, lugar de encuentro y ocio de la jventud rondeña durante un largo período de tiempo, primero como círculo obrero católico, en la línea de la "Doctrina social" de la Iglesia. Admirable obra del párroco de Santa María La Mayor, Don Antonio Gamboa, a quien todo el mundo reconoce como un "hombre bueno". Posteriormente fue centro juvenil bajo la dirección de los Salesianos.
Lugar de reunión de Boy-Scouts y otros grupos y organizaciones de la época.
Pantalla de un cine de verano. En este caso se trata del cine de La Merced, situado al lado del Convento de las Carmelitas del mismo nombre y que estaba adosado a las de la sala de cine más grande e importante de la ciudad.
Pedro el de los plátanos, personaje muy popular en el mercado de abastos que existía en el solar donde ahora se encuentra el Parador de Turismo. Un entrañable recuerdo de techos altos y aromas peculiares, de una atmósfera vociferante y personajes curiosos, como el señor que vendía "Los iguales" -como se conocía entonces a los cupones de la ONCE- que se retorcía trabajosamente en su silla de ruedas, o el frutero que vendía ramos de flores al grito de "¡Qué bien huelen mis claveles"! y la señora que regentaba el puesto de especias y por supuesto el maravilloso edificio, con una entrada cubierta con un gran letrero pintado de negro en la blanca pared del fondo: "Lo que esté caro no lo compre, ya bajará". A través de este pasillo se accedía a un patio y una sala enorme rodeada de puestos de carne y pescado con sus persianas verdes y las frutas y verduras en las calles del centro.
Las tiendas tenían de todo, bueno, de todo lo posible para la época. En una zona ganadera como ésta no podían faltar las chacinas elaboradas durante la matanza.
Sentarse en la puerta era lo mejor que se podía hacer cuando hacía buen tiempo. Era el entretenimiento favorito y la mejor manera de participar de la vida de la calle cuando no se tenía ni dinero ni oportunidad de hacer otras cosas. Sobre todo en las noches del verano, cuando se contaban historias de todos los géneros, para entretener a los niños.
La variedad de vehículos, para un número tan escaso de los que circulaban, era impresionante.
El teatro Espinel. Una imagen que solo podemos ver en fotografías de la época porque fue víctima de la especulación y los intereses políticos y financieros. Este teatro de principios del siglo XX, de estilo modernista y donde también se proyectaban películas, que aquí aparece en una de las festivas nevadas con las que a veces nos sorprende el invierno.
Este edificio que databa del siglo XVI, como el Hospital de la Sangre de Marbella, actual Museo del Grabado Contemporáneo, fue derruido para hacer un edificio de viviendas. En los años 60 presentaba este aspecto, frente a la fachada de la Calle Armiñán del ayuntamiento actual, que entonces era un patio de vecinos en un estado lamentable.
Fachada del antiguo Hospital de Santa Bárbara de fundación real. |
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